jueves, 18 de abril de 2013

“Los Toros” y otras diversiones populares, por Paco Acosta



Visto el interés que suscitan los temas polémicos, aquí va uno en el que me gustaría se expusieran con acierto y mesura las diferentes posturas, cosa que yo no he pretendido hacer.

Vaya por delante que no me considero ni “anti-taurino” ni defensor a ultranza de la llamada “fiesta nacional”. Lo único que pretendo es hacer una reflexión, serena si es posible, sobre las diversiones populares en las que intervienen animales. ¡Ya empezamos!: Los animales a los que me refiero no son los humanos….


Goya

Si hacemos un poco de historia, y de esas cosas yo sé bastante poco, todos hemos estudiado (para eso fuimos al Ramiro) que en época de los romanos, una de las mejores diversiones que los gobernantes patrocinaban para deleite del populacho eran las del circo, con fieras traídas de lejanos países para que, a la vista de todos, unos esforzados gladiadores luchasen contra ellas. Cuanto más extrañas y agresivas eran la susodichas fieras, ¡mejor!. Y sin embargo tampoco se pretendía que un “bicho traído de por ahí”, en un plis plas se “merendase” primero a cuanto “bestiarius” se le pusiera enfrente, para a continuación ir a atacar a los espectadores… Es decir lo que se buscaba era “impresionar” pero sin pasarse.


Bestiarius

En mi opinión estos espectáculos eran una forma de representar “en local” la lucha ancestral de la cacería para proporcionar a la tribu el necesario alimento, y en definitiva la subsistencia. Pero en los lances de la caza, el animal tiene posibilidad de huir, se encuentra en un entorno conocido y en definitiva, está acostumbrado a “comer y ser comido”. Es su lucha por la vida. Los débiles sucumben y no transmiten sus genes. Los que se salvan “aprenden” y así tienen más posibilidades de escapar. Allí si es una lucha con fuerzas más o menos equilibradas.

En el circo romano los animales eran otra cosa. Se trataba de animales sacados de su entorno natural, mantenidos en jaulas durante bastante tiempo, que se desgastaban en infructuosos intentos por escapar, y que cuando llegaban a la arena se encontraban con sus fuerzas bastante mermadas y su capacidad de “ganar” a un gladiador, bastante bien pertrechado, estaría normalmente disminuida. Eso sí mantendría su “casta” y su “poderío” naturales, y estaría dispuesto a intentarlo, a pesar de actuar en un lugar que le era completamente ajeno y hostil. Por eso atacaba. No para comer sino como defensa…. Y esta pelea proporcionaba emoción a los espectadores.


Relieve

Ninguna satisfacción se hubiera producido en la masa, si un animal, por muy grande que fuese, se hubiera tumbado tranquilamente a esperar resignado su muerte. Lo que se pretendía era reflejar en cierto modo “una lucha”, aparentemente en igualdad de condiciones y “a muerte”. Se buscaba el “miedo” de los espectadores, y ensalzar “el valor” de los gladiadores al enfrentarse a los animales. La sangre era una forma de aderezar la representación.

Cuando ya no quedaban bichos raros por el mundo, o el “populus” se aburría, pues ya sabía, sin necesidad de asistir, cual iba a ser el resultado de la competición, los “patrocinadores” tuvieron que inventarse unas “reglas” para que “los espectadores” pudiesen valorar la “belleza” de la faena, y admirasen aún más si cabe, a los esforzados gladiadores. Son los antecedentes de los espectáculos taurinos actuales.

Y además a la hora de realizar la comparación entre diferentes estilos era preciso que los animales fueran, en lo posible, “uniformes” en su corpulencia, bravura, empuje, apariencia externa, esto es “su casta”; surgen así, con el tiempo, los toros de lidia actuales, como una raza específica, no existente en la naturaleza, que ha sido “diseñada” para la pelea en las plazas, y para que, en lo posible, “cumpla” adecuadamente en su “actuación” es entrenada casi desde su nacimiento.

Una consideración a modo de inciso, respecto a la evolución de los espectáculos en los circos romanos. “Los organizadores”, a la vista del decaimiento en el interés de los asistentes, incluyeron también algunas “novedades” en sus espectáculos: Se trataba de situar en el coso, para “luchar” con las fieras, no unos gladiadores profesionales, sino unos “pobres cristianos”. El resultado final también se sabía de antemano, y la fiesta cumplía con bastantes de los requisitos esenciales: miedo, sangre y muerte. Pero al faltar “el valor” la satisfacción del espectador decae. Y además, por su parte las fieras tampoco supieron aceptar unas “normas” para embellecer el espectáculo. Cuanto antes se “cargasen” a los cristianos ¡asunto concluido!. Lo del espectáculo con los cristianos no tenía futuro….


Circo Romano


Supongo que para paliar la falta de “voluntarios humanos”, los avispados empresarios de los circos romanos, empezarían a estudiar las posibilidades de presentar la lucha entre dos animales con similar destreza y fiereza: oso contra león, tigre contra toro, …

Después con el paso del tiempo se vería que era más sencillo “educar” a los animales domésticos para que desarrollasen nuevamente sus instintos agresivos al luchar entre sí: peleas de perros, o de gallos han llegado así hasta nuestros días. Y en este tipo de espectáculos entre animales, había un componente adicional de “emoción”. Es el de no conocer de antemano el resultado….

Y por su parte los humanos también evolucionaron en sus peleas entre sí. A lo largo de los tiempos, básicamente en los periodos de paz (o de entreguerras) continuaron “disfrutando” con los espectáculos de “lucha y competición” entre “animales racionales” (son buena muestra de ello los torneos, “los duelos”, el boxeo, las competiciones deportivas,….) que afortunadamente han ido evolucionando hacia cada vez menos “sangre y muerte”.


Cabra

Pero en este artículo estoy tratando los espectáculos que atraen a las masas y en los que intervienen animales, para disfrute y solaz de los humanos, sin tener en cuenta si los animales “sufren”. No debemos olvidar que los humanos (posiblemente por considerarnos los “reyes de la creación” y tomarnos al pie de la letra el mandato de “dominar la tierra”) tenemos desde pequeños unos fuertes instintos de crueldad para con los animales. Estos se manifiestan sobre todo en “nuestros cachorros”, que, por ejemplo, no pueden ver un “reguero de hormigas” sin pisotearlas salvajemente,…..
O aquellos que pasamos buena parte de nuestras vacaciones juveniles en los pueblos, recordamos (ahora horrorizados) los perros corriendo con un “atado” de latas a la cola, los murciélagos “cazados” en los oscureceres del estío y obligados a “fumar”, las pedradas a los gatos con la excusa de “hacer puntería”, la persecución, armados con tirachinas, de todo tipo de pájaros, la destrucción de nidos, cuando no la innecesaria “disección” de ranas y lagartijas…..(cada uno que recuerde y ponga aquí “su crueldad particular”)


Correbous


Y para no olvidar “de mayores” nuestros instintos de dominio sobre los animales, quedan todavía en las fiestas de los pueblos, y bajo el paraguas siempre permisivo del invocar a la tradición, algunas “diversiones” en las que intervienen todo tipo de bestias (sin “segundas”). Pongamos como ejemplos: el tirar la cabra desde el campanario, los gallos colgados por las patas descabezados a la carrera, los encierros, los “correbous”, las carreras de caballos, los toros antorchados o enmaromados o embolados, las carreras de galgos, los toros en el puerto obligados a tirarse al mar,…. Algunas de estas “diversiones” son incruentas, otras muy salvajes, aunque en casi ninguna se tiene en cuenta el sufrimiento de los animales….. Afortunadamente la humanidad va evolucionando….., pero para mantener el espectáculo nunca se debería aludir al número de aficionados.


Al agua

En resumen, si quedó algo en la lucha controlada del hombre contra la fiera, fue únicamente cuando de los lances más espectaculares y vistosos, se pudieron hacer “normas” con objeto de que el espectador pudiese valorar y comparar, el “arte” en las “faenas” de los distintos “lidiadores”. El final puede (y debe) ser el previsto, pero la forma de desarrollar la lidia depende del “artista”. Entonces sí que hay espectáculo, emoción y para muchos “cultura”. Hay valor, hay miedo, hay arte, y hay ¡sangre y muerte!; eso es lo más criticable en nuestros días. Que haya sangre y muerte.

Desde mi postura neutral, creo que la fiesta nacional tendrá que evolucionar. Podrá mantener lo artístico, pero el espectáculo sangriento (por mucho que se siga invocando a la tradición, al “siempre ha sido así”), tendrá que adaptarse a la mayor sensibilidad de las generaciones actuales (y espero que futuras) para con el sufrimiento de los animales. Ya en el siglo pasado se realizó una primera “adecuación”, cuando en las “corridas de toros”, a la hora de la suerte de varas, se dotó a los caballos de un peto lo suficientemente resistente como para resistir sin ser traspasado por las embestidas de los toros. Probablemente algunos pensaron que así se evitaba el riesgo del picador, cuando el caballo era alcanzado por los afilados cuernos de los toros, pero estimo que el objetivo de este peto fue más el evitar ver, en casi todas las corridas, varios caballos despanzurrados, con las tripas fuera y dando estertores de agonía….. El espectáculo así “decaía” y hubo que poner algún remedio…..





Efectivamente estoy de acuerdo con el axioma “el que no quiera que no vaya”, no es obligatorio asistir, pero también hay personas menos tolerantes a los que la sola existencia de una diversión basada en el sufrimiento de los animales les motiva a convertirse en “activistas contra la fiesta nacional”. Ya me gustaría a mí que tanta actividad se invirtiera primeramente en luchar contra el “sufrimiento de las personas”. Y más si consideramos que no hay que irse demasiado lejos para encontrar personas que pasan diariamente hambre o mucha necesidad….

Y termino con una anécdota muy reciente. Hace unas semanas mi hija mayor pasó unos días en Noruega, donde se consideran una sociedad avanzada. Se encontró allí con un puesto en la plaza, donde con bastante lujo de “cartelería” y megafonía, solicitaban una aportación económica para “los perros españoles”……. Me figuro que esos mismos estarán en contra de que se nos preste dinero, aunque sea a elevado interés…., o que se nos rescate. ¡Vivir para ver!

4 comentarios:

  1. Confieso que las corridas de toros me aburrirían a morir si fuese capaz de tragarme una. Eso de que siempre acaben 6 a 0, como acabaría yo si jugara un set contra Maria Sharapova (mi sueño inconfesable), es de una monotonía insufrible. Otra cosa sería si a menudo concluyesen 5 a 1, o 4 a 2, y a los animales vencedores se les permitiese dar la vuelta al ruedo con el escroto de los derrotados prendido de su cornamenta (como hacen ellos con sus orejas y sus rabos). Sería, no me digáis que no, una mejora decisiva en el atractivo de La Fiesta Nacional, de modo que no sólo irían muchos más guiris a contemplarla y admirarla, sino que incluso los desganados españoles recuperarían el interés por el nobilísimo espectáculo y regresarían a esos ruedos tan desdichadamente abandonados.

    Más en serio, que lo anterior no pasa de ser un sueño tan hermoso como imposible, me atengo a lo que según creo dijo Wellington de un espectáculo taurino que algún incauto le invitó a ver: 'Es un festejo donde un desalmado, entre alaridos de júbilo de una multitud tan desalmada como él, tortura hasta la muerte, con inconcebible crueldad, una bestia inocente que no se ha metido con nadie; la verdad, cuesta no preguntarse si habremos elegido bien a nuestros aliados'.

    Para según qué cosas, me confieso del lado de Esquerra Republicana de Catalunya.

    Quizá sea porque, como casi todos vosotros, nací el año en que Islero hizo justicia con Manolete.

    Al igual que Francisco de Asís considero a los animales si no como hermanos sí, al menos, como parientes lejanos. Eso no me impide zamparme un solomillo de vez en cuando, por supuesto, ya que el idealismo, a ciertas horas del día, tiene muy poquito que hacer.

    Alfonso el Cándido

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  2. Nunca he ido a una corrida de toros, vaya por delante. Dicho esto soy antitaurino desde mi más tierna infancia. Ver sufrir a un pobre animal, picado primero (con picadores en caballos ya medio muertos), luego banderillas, para cubrirlo de sangre, estocadas y si no sale descabellos y el animal segun los estudiosos del tema muere al ahogarse con su propia sangre. En fin a una persona normal no puede gustarle esto. Luego el morbo de si coge al torero, de si lo mata...

    Horroroso amigos.

    Manolo

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  3. En otro orden de cosas estoy en contra de la gente que trata a cuerpo de rey a sus mascotas, que se hacen los dueños de la casa (Conozco muchos caso en que adoran al perro y están a su servicio) y no piensan que es más lógico dedicar esos recursos a pobres niños desnutridos. Por eso salvo un periquito de niño, jamás tuve mascotas pese a las presiones de mis hijos.

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  4. Pues para llevar la contraria un poco, de pequeño he ido a los toros y de mayor menos, pero también. No soy un aficionado a la fiesta nacional, conste, pero recuerdo que era "fan" de Antonio Bienvenida y hasta le hice un dibujo que terminé regalándoselo a su padre, el Papa Negro (hay una placa en el primer portal de Príncipe de Vergara (¡entonces General Mola!) al lado del Retiro.

    Como bien comenta Paco, la historia y la mal llamada cultura popular está llena de martirizaciones a los pobres animales que no pueden defenderse. Hombre, cuando ya te enfrentas a leones, tigres y búfalos, que ya pueden hacerlo (a eso se le llama caza mayor), la cosa parece que cambia. Y si se matan rinocerontes para negociar el cuerno por sus pretendidas propiedades afrodisíacas, parece que a muchos les parece hasta lógico... Desde hace mucho el hombre ya no caza para comer y nunca se ha planteado lo que sufren los pobres bichos. Es que la caza es la caza y el animal puede defenderse... sí, de un fusil con mira telescópica.- Y se le considera un "deporte". Vaya por delante que soy incapaz de ser cazador; un día maté una lagartija de un pelotazo jugando al tenis, "heroicidad" que no imaginé que podría hacer (ni el Nadal), pero la dí de lleno y la reventé. Casi lloro de pena.

    Pues los toros son para mí comparativamente hasta más justificables que la caza; por lo menos no lo llaman deporte, al toro se le cría para eso y para tener al menos alguna "chance" frente al torero; pocas, pero haylas. Confieso que siempre me ha gustado más el rejoneo, por lo que tiene de arte de doma. Estoy de acuerdo que no es un espectáculo edificante, pero tampoco lo es el gobierno, la crisis, las corruptelas... ¿no?.

    Estoy en contra del agravio comparativo; vale, acabemos con la fiesta de los toros, pero parece que se cuestionan menos los jolgorios salvajes de los pueblos en las fiestas, donde veo a los civilizados terrícolas dando palos a los toros (y a otros muchos animales). Acabemos con toda manifestación de maltrato animal y después, también con los toros. Por lo menos, éstos nos traen divisas de la guiris que quieren ver paquete a los toreros y de paso un poco de sangre; al final terminan aprendiendo de qué va. Como aquélla sueca que al final de una faena con el toro ya muerto y la gente sacando pañuelos, pregunta al de al lado que qué quiere la gente; al contestar que le corten la oreja, supuso que se refería al torero...me la imagino protestando cuando le dijeran que las dos orejas y el "rabo"...
    En fin, ahora parece está de moda cargarse los toros y todo lo demás tiene un pasar. Me parece un poco fariseo y hasta pienso que haya intereses ocultos (como lo de transformar la plaza de Barcelona en un enorme Corte Inglés que hasta hace daño a la vista). En fin...

    Y no hablemos de las ocas; se nos debería de caer la cara de vergüenza por comer foie gras. Creo que ya sabéis el proceso y no lo voy a contar, y menos después de cenar...

    Bueno, que me estoy yendo por los cerros de Úbeda. Que los toros constituyen una tradición, que estoy de acuerdo que deberá desaparecer, pero no nos rasguemos las vestiduras con los toros y cerremos a la vez los ojos a todas las infinitas tropelías que se hacen contra los animales.
    Y Manolo, hay mucha gente normal que les gusta el espectáculo y hasta pagan por ello; podrán ser más o menos inconscientes, pero anormales me parece un poco fuerte... Y para seguir con los desacuerdos, tener una mascotita es sano para los niños, que aprenden así a querer a los animales (conste que los que dejan la herencia a los perros o les dan jamón de jabugo ya sí me parece anormal, o más bien de gilipollas)

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