lunes, 8 de abril de 2013

La Agricultura ¿tiene futuro?, por Paco Acosta



Así, dicho de sopetón, y leído por cualquier españolito de a pié, que suele decir que el “campo” le gusta aunque queda muy lejos, lo único que le vendrá a la cabeza es ¿pero que dice ese chiflado?.

Pues eso, este chiflado quiere haceros partícipe de su experiencia. Reducida, eso sí. Pero mejor eso que dejar “olvidado el campo” y luego ¡lamentaciones!. Y empiezo por ahí, por que España me parece que desde hace tiempo se ha puesto de espaldas al campo. Dice el refrán: «A buey muerto, la cebada ¡al rabo!»…, no dejemos, pues, que se muera. Creo que, aunque las actuaciones lleguen algo retrasadas, aún estamos a tiempo.

Afirmación generalizada, asumida por nuestra “clase dirigente”: «El sector primario solo es cosa de países atrasados…» ¿Seguro?. No será que a los países avanzados lo que le interesa es que la agricultura se concentre en aquellos lugares donde la mano de obra sea fácilmente conseguible, y se les pueda colocar todo tipo de semillas, árboles, etc., sujetos a importantes royalties, por haber sido desarrollados en laboratorios muy avanzados y tecnológicos…. Pero para conseguir eso primero hay que eliminar la competencia “local”, la que podrían acometer los países digamos que intermedios, con buen clima, buena tierra y una cierta capacidad de investigación…. España podría ser un buen ejemplo de esto. Y para colmo ahora con la detestable crisis de los cataplines, hasta tendríamos mano de obra…. Pero las decisiones “importantes” se toman en Bruselas (donde casi nadie comprende lo que conlleva la agricultura), y España allí pinta poco.

¿Porqué no surgen suficientes empresarios y empresas que se animen a invertir en la agricultura?. Iba a escribir que muy sencillo. Pero no es tan simple. En primer lugar porque un empresario, para desarrollar su labor, y jugarse sus dineros, tiene en cuenta el entorno. Cuanto más estable mejor. Bueno, si eres un especulador, no. Entonces cuanto más turbulento, muchísimo mejor. Pero volvamos al empresario que siente una punzada al ver una oportunidad de negocio en algo que le rodea. Es decir, detecta una oportunidad, concibe una idea, valora sus posibilidades financieras, evalúa técnicamente la solución y establece un plan de negocio que le permita recuperar la inversión y hasta ¡ganar dinero! (si esto es posible, pues en algunos casos, bastante es con no perderlo…). En el caso de la agricultura, y en el supuesto resultar favorables los 3 primeros requisitos (y al contrario de lo que pueda parecer, el aspecto económico no es siempre el decisivo, al menos en el caso de pymes agrícolas), los que suelen “dar más guerra” son los otros dos aspectos, que en muchos casos son condicionantes. A ver si al tratarlo aquí, consigo dar con una explicación que no resulte muy farragosa.

La solución técnica. Bueno, la agricultura “desde siempre” ha sido “tradicional en sus usos y costumbres”. Las cosas siempre se han hecho así…, la experiencia dice…., no se debe cambiar lo que se sabe funciona,…. Y cualquier emprendedor sabe que cuando se dan estas circunstancias lo que en realidad tiene delante es ¡un gran potencial de innovación!. Allí puede desarrollar todo su potencial y tener muchas posibilidades de éxito. Luego los tiros tampoco van “solo” por ese lado. La capacidad de innovación en la solución técnica supone bajada en los costes, incremento de la producción o una mejora en la calidad del producto final o en su “aceptación por el mercado”….. Incluso, si me apuráis, hoy en día, afortunadamente, el consumidor empieza a cuestionarse el concepto de “calidad” en el producto agrícola que llega a su mercado y “valora cada vez más” lo artesano, lo ecológico, lo “no industrial”, el tomate madurado en la mata aunque sea deforme, la fruta con el sabor de “entonces” aunque tenga un picado de insecto o una rozadura de una rama….. Está dispuesto a pagar algo más, si recibe algo que “le sabe mejor”.

El plan de negocio. Ahí está, a mi juicio, el “quid” de la cuestión. Y al ponerse a hacer su plan de negocio, el empresario-agricultor ha de considerar que “el mercado”, su mercado, la forma de llegar a consumidor final tiene una importancia decisiva, y excesiva. Tanta que en muchos casos “te echa para atrás”. No digo que “la culpa” sea de los mercaderes, sino que existe desequilibrio de fuerzas…. El comercio de artículos valiosos, con grandes beneficios para los intermediarios, existió desde siempre. Añadía valor, pues llevaba el género de los lugares de producción a los de consumo. La industrialización trajo consigo un impensable desarrollo del comercio y los servicios. Y los comerciantes aprendieron a “apretar” a la industria para que cada vez fuese más competitiva, y produjese, mediante optimización de la producción, a menor coste. Y eso ha resultado favorable para el desarrollo de los países que han podido seguir este ritmo….  Con la agricultura, con los agricultores, los mercaderes han seguido este mismo procedimiento. Apretar a los productores hasta casi la extenuación. ¡Y han tenido éxito!. Entre otras cosas porque las cosechas son algo que se deteriora fácilmente, rápidamente; tienen una fecha de caducidad casi inmediata. Se recogen en su momento, o pierden su valor. Queda la solución del almacenamiento, (lo que paraliza algo el deterioro), pero lamentablemente esa opción la tenían más a la mano los propios mercaderes, y fueron los que la han copado. Así los agricultores, sobre todo los pequeños agricultores, no han tenido opción de “negociar”, de influir en los precios, de llegar directamente al mercado final…, y han visto como, por el contrario, las grandes cadenas de comercio, las grandes cadenas de distribución, hacían a la vez el papel de intermediarios y el de poner a disposición de los consumidores el género. Se han convertido en los “manejadores” del mercado, ante la pasividad de los agricultores, y porqué no decirlo también, la indiferencia del consumidor. Porque a todos nosotros, como consumidores que somos, también nos afecta y ¡mucho!. Pagamos unos precios increíbles por unos productos que cada vez “saben menos a lo que tienen que saber”, nos los “envuelven” como si fueran “carísimos perfumes”, nadie sabe cuanto tiempo ha transcurrido desde que ese producto ha sido recogido en el campo y se encuentra en el establecimiento para su venta, no se indica el grado de madurez del producto en el momento que se ha realizado la recolección, nadie indica qué tratamiento (posterior) ha sufrido ese producto en aras a una mejor “belleza aparente” (desde una capa de cera que lo abrillante hasta ser sometido a radiaciones para aumentar el periodo de conservación sin manifestar signos de alteración, ¡todo vale!)…..

¿Tiene esto arreglo?. Ojalá tuviera yo la varita mágica que de un plumazo fuera capaz de resolver este gran problema. Pero voy a indicar lo que yo creo es prioritario.

El papel de la intermediación en la cadena “de la producción al cliente final”. Sí, ya sé que el mercado es algo libre y que debe equilibrarse por sí mismo….. Vale. Pero una pequeña ayuda tampoco estaría mal. Y no digo en forma de subvención, sino de regulación. ¿Qué producto industrial llega al mercado multiplicando por 15 lo que recibe el que lo fabrica?. Pues eso se da constantemente en los productos agrícolas.  ¿Qué producto industrial se queda sin llegar al mercado porque al intermediario/distribuidor no le interesa, bien porque le bajaría sus márgenes, bien porque desviaría el consumo hacia otros productos más baratos?. Todos conocemos y hemos sufrido la fuerte campaña de introducción del kiwi (de Nueva Zelanda) en España, con argumentos de todo tipo (médicos, vitamínicos, etc,…) cuando esos mismos beneficios y esas mismas vitaminas saludables las tenemos a nuestro alcance de una forma mucho más económica…..

Se necesitaría regular el mercado de alguna forma para que el agricultor tuviese “garantizado” un precio por campaña para su producto final. Un precio objetivo, acordado previamente entre los productores y los distribuidores…. Así los unos sabrían si les era rentable continuar en ese “negocio” y los otros tendrían “casi” garantizada la existencia de género con que abastecer a sus mercados. Significa esto que si el precio de los tomates (resultante de la globalización de la producción) no es el que “me merece la pena”, no los siembro y me dedico a otra cosa…. O si, como es mi caso, los albaricoques no me “compensan”, pues arranco los árboles más “viejos y menos productivos” (lo que equivale a transformar “mi fábrica”) y cambio la producción plantando una variedad de naranjas de las que espero conseguir una mayor rentabilidad.

Se necesitaría perseguir la denominada “venta a resultas”, en la que el intermediario se lleva el género y el agricultor no sabe cuánto va a recibir por el mismo…. La liquidación al agricultor, se realiza “a resultas” de lo que el intermediario, bastante tiempo más tarde, indique ha percibido… El que de verdad siempre resulta perdedor es el propio agricultor…. El intermediario tiene más o menos beneficio, pero no se arriesga.

Se necesitaría que los consumidores fueran conocedores de los criterios que sirven para evaluar la “calidad” de lo que van a comprar….. Difícil, si se deja esto en manos de los propios comerciantes. La presión, y las consiguientes labores de divulgación y concienciación, deberían venir de las asociaciones de consumidores. Una “práctica” que estimo sería muy bien recibida por los consumidores sería la de conocer, en los productos agrícolas, el precio que ha percibido el agricultor por “eso que está comprando”. ¿Sabes que estás pagando a una gran superficie 1,5 €/kg por un género que ellos han adquirido a 10 o 12 céntimos de €/Kg?

Se necesitaría que los poderes públicos regulasen y controlasen los actualmente ineficientes y caros seguros agrarios. Su objetivo debería ser garantizar una renta mínima al agricultor, cuya producción está siempre sujeta a las inclemencias del tiempo: sequías, inundaciones, vendavales, pedrisco, heladas,….. o a sufrir los desplomes del mercado. Actualmente todo el riesgo recae en el agricultor. Si al menos los seguros fuesen una garantía de rentas…..

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(Al día siguiente, tras una granizada. Mayo-2009)

Se necesitaría una regulación estricta para que la industria de los zumos no pudiese indicar en los envases “zumo de naranja”, o “de limón”, o de cualquier fruta, cuando en realidad esa bebida contiene como máximo, un 8% de zumo…., y es frecuente que no lleguen al 5%.

Se necesitaría una prohibición expresa de indicar eso tan socorrido de “sabor a” (naranja, limón, frutas,…) en muchos de los productos alimenticios…. O lleva o no lleva, pero nunca se debe admitir que tiene sabor a…., cuando en realidad lo que lleva son “añadidos químicos”.

Se necesitaría que los agricultores se agrupasen en cooperativas potentes que fueran capaces de negociar en igualdad de condiciones con las grandes cadenas de distribución, para que de una forma beneficiosa para ambos colectivos, pudiesen acordar los precios de las distintas campañas, y se garantizase una rentabilidad para todos ellos. Esto no es imposible de conseguir y así se hace en otros países más avanzados. En Holanda, una sola cooperativa agrícola negocia género con “la distribución” por un valor superior a las 10 mayores cooperativas agrícolas españolas ¡todas juntas!. Y eso que no se puede decir que Holanda sea un país fundamentalmente agrícola.

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(Clasificación de albaricoques en la cooperativa FRUCIMU)

Se necesitaría que la comunidad europea exigiese a los productos agrícolas procedentes de terceros países, el cumplimiento de la misma normativa sanitaria y de utilización de abonos y pesticidas, que nos se exige “aquí”….

Se necesitaría que las cooperativas se lanzasen, sin miedo, a competir en el terreno de llegar al consumidor final de una forma rápida, con unos precios finales ajustados, “ilustrando” al consumidor final en las verdaderas bondades de un producto “madurado en el campo”, con plenitud de sabor, y sea éste el que “aprecie” aquellos productos o variedades en los que la relación calidad/precio les sea más favorable (que no siempre es la que “te quieren colocar” en los lineales de los supermercados).

Se necesitaría potenciar la compra por Internet de los productos agrícolas, ahora que existe una muy buena red de transportes dispuesta para llevarte el género a la puerta de tu casa en menos de 24 desde que ha sido recolectado, y a un precio muy competitivo. A este respecto queda aún mucho terreno por recorrer, tanto por parte de los consumidores (siempre reacios a adquirir algo que no pueda “contemplar directamente”) como por parte de los vendedores (deberían ser las cooperativas de agricultores, no acostumbradas aún a gestionar la venta en cantidades “menores” y sobre todo llegar al consumidor final).

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Mi reducida experiencia. Yo, a pesar de todo, sigo pensando que un país como España no debe abandonar la producción agrícola. Creo que alrededor de donde hay una saneada producción agrícola surgen industrias transformadoras, que añaden valor a los géneros obtenidos, y nacen las pertinentes industrias complementarias. Yo invertí en 2004 en una finca de 20 tahúllas (medida de superficie equivalente a 1.118 metros cuadrados) en Mula (Murcia), en producción, con limoneros, naranjos y albaricoqueros. Árboles todos ellos “viejos”. Era en plena época del desarrollo inmobiliario. Los “vecinos” pensaron inicialmente que mi intención era la de “urbanizar” la finca (era habitual el abandonar el cultivo y/o quitar todos los árboles, parcelar y vender las parcelas, o construir sobre ellas chalets y sacar un buen “pellizco”…). Creo que ya casi 10 años después están convencidos que yo quiero seguir cultivando… (han visto como estoy acometiendo un progresivo plan de renovación del arbolado), a la par que como me gusta el campo y el ambiente rural, quiero disfrutar del clima excepcional que tenemos “en mi tierra”. Me asocié a la cooperativa FRUCIMU (Frutas y cítricos de Mula), que además de encargarse de la comercialización (cuando los “mercados” quieren hacerse cargo del género…), tiene como misión garantizar que los asociados “cumplimos” la profusa normativa en cuanto a la utilización de abonos, tratamientos fito-sanitarios, etc.  Esta cooperativa ha evolucionado fuertemente en los últimos años, realizando importantes inversiones para adecuar su nivel de “proceso tecnológico”, de forma en cuestión de unas pocas horas, el género que entra en la cooperativa es revisado, clasificado, envasado y puesto en los muelles de carga, disposición de darle salida hacia el mercado.

La mayor parte del género que se trabaja en la cooperativa se dedica a la exportación. En lo que la cooperativa no puede influir es en lo que los mercaderes le demandan. Os pongo un ejemplo: Los albaricoques de mi finca son sistemáticamente cogidos, a mi juicio con un grado de madurez insuficiente. ¿Porqué?. Pues porque el “receptor” de la mercancía quiere que a él (en Alemania, en Austria, en Noruega,….) le lleguen aún sin estar en plena sazón y por tanto pueda distribuirlos “a su comodidad” y aguantando mucho tiempo sin deteriorarse… Es el que manda…. Al consumidor noruego le llegan unos albaricoques faltos de sabor y dulzor. Y si encima los paga caros…. La consecuencia ¡consume pocos!. Si se cogen en sazón, su “fecha de caducidad” se acorta y el correspondiente “merca-Oslo”, “merca-Berlín” o “merca-Viena”, tendría que dar salida al género con mayor rapidez…. Eso cuando no ha exigido un tratamiento artificial anti-maduración……

Otro ejemplo: Las naranjas de variedades “antiguas” (como las sanguinas, o las blancas con huesos) no llegan a los puntos de distribución porque los intermediarios no las demandan. Consecuencia en el mejor de los casos las llevan a “la cítrica”, es decir se utilizan para la industria del zumo. El precio que paga la industria (menos de 5 céntimos de €/kg), no cubre ni siquiera el coste de la “cogida” y estas naranjas suelen quedarse en los árboles, sin recoger. En mi caso, ahora estoy injertando esos árboles para transformarlos en limoneros…..

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(Transformación de naranjos “sanguinos” en limoneros)

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(Floración de los albaricoqueros)

La finca que compré ya estaba dotada (como toda la fértil vega de Mula), de un muy eficiente sistema de riego por goteo, regulable de forma centralizada en la Comunidad de Regantes, con el que el consumo de agua (bien muy escaso en toda la región) está ciertamente optimizado.

En mi caso de “agricultor-capitalista”, que no reside permanente allí, la gestión de las labores agrícolas (abonado, curado de enfermedades, eliminación de hierbas, poda y escarda, etc.) la llevo a través de un administrador-amigo; lo que ciertamente comporta una reducción del escaso beneficio, pero que me libera de estar constantemente al pie del cañón …., y me permite atender, como se merecen, a los amigos que allí deseen visitarnos.

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  Respuesta a Paco, a “La agricultura”, por Kurt Schleicher

  Se me ha ocurrido que en lugar de contestar con comentarios, lo voy a hacer con imágenes; “más vale una imagen que mil palabras”, así que no voy a gastarlas si hay un modo mejor….

 ¿Qué es lo que sucede cuando el precio de le recogida de naranjas o mandarinas baja demasiado? Pues que ya no compensa y pasa esto:



O esto:



O esto otro:



 La tierra se vuelve de color naranja, pero de naranja de muerte, de impotencia, de tristeza en fin. Nadie lo va a aprovechar. La fruta se muere sin cumplir su función. No hay derecho.

 Las primeras señales ya se ven, pues el fruto crece por etapas y unas se juntan con las otras; conviven los maduros con los cadáveres que no se han recogido:




  
 Y hasta aparece la siguiente generación, en forma de flores. ¿Alguien ha visto las flores del limonero? Pues son preciosas:




¿No será mejor dejar que la vida resplandezca?

¿Hay algo más bonito?




Pues a ver si alguien sigue las recomendaciones de Paco y no caen como toda esta fruta, en saco roto…

 KS, Abril 2013

5 comentarios:

  1. Espero que no fumigues los albaricoques con Baytex...

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  2. Ignoro los nombres y las marcas de los productos fito-sanitarios que se emplean allí para "curar" los árboles. Lo que sé es que en cada finca se ha de llevar un libro registro de estas actuaciones, con certificación por parte de la Cooperativa, y en el que se indica el producto utilizado (que ha de ser uno de los autorizados), las cantidades empleadas y la fecha de realización.

    Es por eso por lo que el pasado año me extrañó tanto lo de "la crisis de los pepinos españoles" que tanto daño (¿intencionado?) hizo a la exportación de los productos agrícolas procedentes de España.....

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  3. Baytex (Bayer), si su situación legal sigue siendo la de hace seis meses, es un insecticida autorizado para proteger el albaricoque. Autorizado en España, donde por lo visto no es tóxico. En la UE está prohibidísimo, porque su agente fundamental, Fentium, es un plaguicida organofosforado extremadamente tóxico, pariente cercano del Tabun y del Sarin, mortal para los humanos incluso en bajas concentraciones. Por mi parte ni quito ni pongo, pero en casa tenemos prohibido por la autoridad competente (la cuñada, que es farmacéutica) ingerir albaricoques, por mucho que nos gusten.

    Sobre los pepinos españoles, recuerda la divina máxima legal:

    'Cuando el caldo cultivo está caliente, la menor chorrada da lugar a un expediente'.

    No se fían de nosotros, está claro. La triste verdad es que no tiene nada de asombroso que no lo hagan, y es que diez años de seriedad agropecuaria duran un minuto frente a los trajes de Camps, los bolsos de la Rita y los aeropuertos del Fabra. Ah, y el Trincadís del Calatrava (todo ello sin salirnos de la Comunidad Valençiá).

    Si tuviese 25 años, emigraría.

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  4. Cuando llegué en 1973 a Valencia, me contaban que en el casino de Alzira y de todos los de la Ribera del Xuquer, durante la postguerra, encendían los "caliqueños" con billetes de 20 duros y que se podía vivir muy bien con una finca de cítricos de 10 "fanecaes"(850 m2.
    Ahora un amigo que tiene un campo de 44 "fanecaes" tiene que pagar para que le tiren la naranja al suelo, existen cantidad de huertos abandonados y muchos propietarios rezan para el Estado les expropie a cuento de la realización de alguna nueva infraestructura.
    Para mí la causa de todo esto es el crecimiento incontrolado de la oferta y la disminución de la demanda por el cambio en los hábitos alimentarios y no la competencia del exterior. Los neoliberales nos dicen que el mercado lo solucionará, a lo mejor si se hubiera planificado un poco, no quedarían en el ajuste, muchos cadáveres por el camino.
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  5. Leo con mucho interés tus reflexiones de agricultor comprometido y lamento no haberlo hecho antes. Planteas dos cuestiones a resolver para que la agricultura española tenga futuro, encontrar una solución técnica que aumente la calidad de los productos y establecer un plan de negocio que permita a los cultivadores vivir de su trabajo.
    Empezaré por lo último. Te quejas de que el negocio realmente está en manos de los distribuidores. Siempre ha sido así, y esto me parece que no se arregla por la vía de las regulaciones, puesto que, de hecho, la distribución está controlada por unas cuantas empresas alimentarias multinacionales que tienen suficiente poder para dirigir en su beneficio el MERCADO MUNDIAL, y frente a esto apenas les queda margen de maniobra a los gobiernos nacionales, seguramente, ni siquiera la Unión Europea. Hay, sin embargo, un creciente movimiento ciudadano que, consciente de esta situación, apuesta por el consumo sostenible, es decir, comprar únicamente los frutos de la tierra, que son garantizados por los productores próximos a nosotros y que no gastan tanta energía (de la que ya queda poca) en transportar alimentos de un extremo a otro del planeta. Esta gente se organiza en cooperativas de consumo con la esperanza de que el poder del consumidor (que, en definitiva, es el que decide) contrarreste el poder de las multinacionales. Esto parece apuntar en la buena dirección.
    En cuanto a la solución técnica, este mismo movimiento ciudadano quiere que los productos consumidos hayan sido cultivados con garantías, para que sean de calidad y SANOS. Por lo tanto, lo que quiere es una SOLUCIÓN ECOLÓGICA, que los alimentos se críen respetando los ciclos de la naturaleza y sin usar insecticidas (Baytex), ni conservantes, ni ningún otros recurso contaminante de los que impregnan la oferta que encontramos en las estanterías de los supermercados. Aquí se encuentra, creo, el futuro de la agricultura y la esperanza de una vida más sana.

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